26/9/10

Primavera cero

He aquí tres momentos de uno de esos días en los que la realidad hace todo lo posible por abrumarnos:

- El miércoles 22 de Septiembre amaneció nublado en Buenos Aires y con una sensación térmica que no se condice con la temperatura que marca el termómetro. Las tapas de los diarios tienen – como es costumbre – denominadores comunes, uno de los cuales es tan triste como representativo: los heridos y detenidos que dejó el ‘Día de la Primavera’. Busco en el archivo y las ediciones de años anteriores me pintan un panorama similar: junto con los festejos siempre están los incidentes. La diferencia que he podido advertir en esta ocasión, es que el nivel de violencia parece haberse incrementado.

- Cae la tarde y yo salgo del cine de ver una película en la que se demuestra que un ciudadano argentino ha sido inculpado injustamente por la policía y luego la justicia lo ha condenado (con igual nivel de injusticia) a prisión por un crimen que no se pudo probar que cometió. El hecho tuvo lugar en Pompeya. Minutos después de la tragedia en la que murieron 3 personas, la gente pedía ante las cámaras de la televisión que el (supuesto) delincuente no fuera llevado al hospital, pedían literalmente que lo dejaran morir ahí. ¿Y la presunción de inocencia? Bien, gracias. Otra vez la violencia como protagonista.

- Entrada la noche, mientras miro televisión y hago zapping, me encuentro con la noticia de que un chico de 18 años – que estuvo desaparecido durante doce horas – fue encontrado con signos de haber recibido una feroz golpiza, a causa de la cual, horas más tarde y ya en el hospital, falleció. El hecho tuvo lugar en la localidad de Mercedes, el joven había salido a festejar la llegada de la primavera junto a sus amigos. Más y más violencia. No es necesario realizar una búsqueda pormenorizada, el denominador común es siempre el mismo, las noticias con hechos violentos se reproducen incansablemente. Entonces me siento frente a la computadora y decido ponerle pausa a la realidad.

Violento:

1. Que está fuera de su natural estado, situación o modo.
2. Que se ejecuta contra el modo regular o fuera de razón y justicia.

Las definiciones no me dejan satisfecho. Exceso, furia, agresión, ferocidad, arrebato, ensañamiento, coacción, vehemencia, acometividad. Todos sinónimos de la palabra violencia que me permiten ilustrar con mayor precisión lo que intento expresar. Para mí violencia es no respetar los derechos del otro, es no bancarnos las opiniones disidentes o menospreciarlas, es sentirse oprimido, es un chico que no tiene para comer, es la imposibilidad de acceder a una educación digna. Existen muchas formas de violencia, la realidad lamentablemente nos invade con ejemplos al respecto. Basta con poner el noticiero o abrir cualquier periódico para encontrarnos con un sinfín de ‘situaciones violentas’, en las que no necesariamente se debe ver involucrado un maltrato desde el punto de vista físico. Es fácil ver entonces, y en el mejor de los casos, la mitad del vaso vacío.

En eso me acuerdo de una nota que leí el otro día sobre los jóvenes que tomaron el Normal 10 de Belgrano. Mientras en el Gobierno intentaban desacreditarlos diciendo que su lucha se había politizado, ellos se pasaban las horas de asamblea en asamblea, apelando siempre al voto para cualquier toma de decisión. Me reconforta saber que, en medio de esta sociedad en la que rige el “sálvese quien pueda”, todavía existen pibes que tienen ganas de pelear por lo que ellos creen vale la pena.

Voy a apelar a mi memoria para trasladarme mentalmente al lunes 19 de Julio de 2010. Después de navegar por alrededor de treinta minutos llego a Robben Island, la isla que alberga la prisión en la que Nelson Mandela pasó gran parte de sus 27 años tras la rejas. Recorro el lugar y la historia se hace presente. Un viejo prisionero – hoy convertido en guía – cuenta anécdotas de lo que fue la vida en la cárcel y una sensación de injusticia me invade. Caminar por esos pasillos es escalofriante, a la vez que revelador. Haber estado ahí me sirvió para tomar real dimensión de lo trascendente del logro de Mandela. Él tuvo la grandeza suficiente para entender que la venganza no era el camino correcto. Salió de prisión con el objetivo de unificar a una sociedad partida al medio. Lo logró gracias a su infinito don de escuchar y perdonar. Entendió que la paciencia debía ser su tesoro más preciado. Decidió empezar de cero, sin olvidar el pasado, pero dándole protagonismo al futuro.

Todas las virtudes destacadas en el párrafo anterior se contraponen fervientemente con las distintas acepciones de la palabra violencia. No pretendo que todos seamos como Mandela, pero es imprescindible recurrir a este tipo de ejemplos para que el presente no nos gane la pulseada. Apelando a la pureza de los más jóvenes, como los chicos del Normal 10, que luchan aferrados a sus convicciones. Para poder soñar con una noche de verano, en que las utopías empiecen a confundirse con la realidad.