
Su carrera como director técnico comenzó en las inferiores de su querido Newell’s Old Boys. Dejó el fútbol tempranamente, con tan solo 23 años, por creer que no tenía las condiciones necesarias para rendir en la alta competencia, a pesar de haber jugado en primera. Al poco tiempo fue a hablar con Griffa, director general del fútbol amateur del club rosarino, y le planteó sus ganas de trabajar. Marcelo se hizo de abajo, participó en la formación de muchos de los jugadores que luego llevó a primera división y con los que ganó su primer título como técnico.
Le dicen loco porque es un personaje distinto en el ambiente del fútbol. Su manera de hablar lo hace por momentos indescifrable. “La oferta de la recepción debe ser vertical”, le dijo una vez a Ortega en medio del partido. Es un estudioso obsesivo de su profesión. Pero por sobre todas las cosas es un obsesivo del ataque. Hizo el profesorado de educación física con el único interés de aprender técnicas que le permitiesen extraer el máximo rendimiento físico de sus jugadores. Siente que si no logra hacer rendir a un futbolista al máximo de su capacidad está fracasando como entrenador. Por su forma de ser, es incapaz de disfrutar de la actividad que eligió como forma de vida. “Fui feliz cuando disfruté del amateurismo, cuando crecí enamorado de mi trabajo. Tengo un sentimiento profundo por el fútbol, por el origen del juego, por el picado y por el baldío. Desprecio todo lo añadido, todo lo que le fueron agregando para convertirlo extrañamente en deseado”. Siempre apela al espíritu amateur de sus dirigidos. No entiende el deporte como negocio. Vive lejos de las cámaras, es tímido y reservado. No quiere que se metan en su intimidad y, por esa razón, nunca invade la de los demás.
Marcelo Bielsa estuvo a cargo del Seleccionado mayor de fútbol durante 6 años. En ese período hubo muchos que lo apoyaban y otros tantos que estaban en contra. Pero hay algo que todos reconocían: la Selección tenía un estilo de juego bien marcado. Fue un equipo que buscó ser protagonista, siempre. “Me atrae la victoria y me doy cuenta de que el camino que más me acerca a ella es el protagonismo. Jamás pensaría un partido sin jugar en el campo rival”, son palabras de Bielsa. Durante ese período, Argentina fue un equipo que presionaba en todos los sectores de la cancha, un equipo solidario en el que todos corrían para recuperar el balón y que tenía un objetivo primordial: atacar. Estás fueron características de la Selección que clasificó al mundial cuatro fechas antes de finalizar la eliminatoria, que quedó eliminada en primera ronda y que ganó invicta la primera medalla de oro en fútbol de la historia.
El 11 de Junio de 2002, hace 7 años, el loco vivía uno de los momentos más tristes en su carrera como entrenador: la Selección argentina quedaba eliminada del mundial en primera ronda, luego de empatar 1 a 1 con Suecia y finalizar tercera en su grupo. Antes de viajar a Japón, Bielsa declaró: “el medio ya decidió que no salir campeón será un fracaso. Nosotros quedamos sujetos a esa opinión, que doy por válida”. Cuarenta días después, con el dolor por la eliminación del mundial todavía latente, el presidente de la AFA, Julio Grondona, sorprendió a todos al renovarle el contrato. Fue la primera vez en 23 años de mandato que le dio una segunda oportunidad a un técnico que no había salido campeón del mundo. Era el reconocimiento a un gran equipo, que tuvo su pico de rendimiento en las eliminatorias y que llegó como uno de los máximos favoritos a Corea-Japón, pero que no estuvo a la altura del nivel mostrado meses atrás y volvió a casa con las manos vacías.
La historia como técnico del Seleccionado duró finalmente dos años más. En los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, condujo al grupo de jugadores Sub 23 que ganó la primera medalla de oro en la historia de nuestro fútbol. El equipo fue un fiel exponente de lo que le gusta al entrenador, con presión en toda la cancha y una gran vocación ofensiva. Ganó los seis partidos que jugó y repitió formación en todos. Convirtió 17 goles y no le hicieron ninguno. “Ganar los Juegos Olímpicos me dio mucha felicidad, pero no en el sentido en que el periodismo me lo pregunta. Me dio felicidad por lo deportivo, no por vanidad. Sí porque hay una porción del pueblo argentino que se alegra cuando el fútbol gana”. El 14 de Septiembre, dos semanas después de colgarse la medalla de oro, renunció a su cargo. Ya no se sentía con la energía necesaria para dedicarse a una tarea que le exige estar al cien por cien.
Tres años más tarde, y luego de desechar ofertas varias para volver a dirigir, aceptó la propuesta de ser el director técnico de Chile. Cuando en conferencia de prensa le preguntaron qué hizo en ese tiempo, respondió: “Le contesto con una redundancia: no trabajé. En realidad, lo que hice corresponde a mi ámbito privado, no creo que interese”. El Bielsa que todos conocíamos estaba de vuelta. Su nuevo desafío pasaba por hacer jugar como potencia a una Selección que no lo es, y así buscar el pasaje al mundial de Sudáfrica. A falta de cuatro fechas para finalizar la eliminatoria, se ubica segundo en la tabla de posiciones y está logrando su objetivo.
Es difícil determinar cuál es el fútbol que le gusta a la gente. Pero de algo no tengo dudas, a todos nos gusta que nuestro equipo gane. Para alcanzar la victoria existen distintos métodos. Yo quiero que la Selección sea protagonista en todas las canchas. Los equipos de Bielsa tienen ese objetivo y para lograrlo priorizan siempre el ataque. Ese es el fútbol del loco, ese es el fútbol que me gusta a mí.