31/3/12

Materia gris

La sustancia gris (o materia gris) corresponde a aquellas zonas del sistema nervioso central de color grisáceo integradas principalmente por somas neuronales y dendritas, carentes de mielina. Al carecer de mielina, no son capaces de transmitir rápidamente los impulsos nerviosos. Esta característica se asocia con la función del procesamiento de información, es decir, a la función del razonamiento. Es por ello que, la cantidad de sustancia gris, muchas veces es vista como directamente proporcional a la inteligencia de un ser vivo.

Para mí un requisito fundamental que debe tener una persona para ser considerada inteligente, es la voluntad de buscar siempre desempeñarse en un marco equilibrado. No soy un hipócrita, tengo claro que uno no puede despojarse del sentimiento a la hora de tomar una decisión, y por lo tanto jamás será posible lograr objetividad en un sentido absoluto. Sin embargo, en la paleta de colores del inteligente debe estar siempre la búsqueda por reducir los niveles del prejuicio al mínimo. Sin desechar lo aprendido a través de la experiencia, utilizándolo para enriquecer el análisis. Este artículo nace a raíz de diversas situaciones en las que, según mi pericia, distintos personajes se desenvuelven con una alarmante falta de inteligencia.

Los dos son capaces de tergiversar cualquier tipo de argumento, convencidos de que su visión es la visión. A ambos los define la antinomia en el sentido de lo que creen o descreen. Los une una característica: cierto tipo muy particular de ceguera. Son como los caballos que tiran de los carros en cualquier barrio del conurbano, tienen limitada su visión periférica y sólo avanzan hacia adelante. El extremo como contraposición a la apertura. Llegan al punto de creer que existe una sola la verdad, tienden a convencerse de que el que piensa diferente siempre estará equivocado. Y la única verdad es que ninguno de los tiene razón. El fanático versus el contra. Ninguno es realmente útil, más bien todo lo contrario. Valioso es aquel que busca nutrirse de las diferentes visiones y centraliza sus esfuerzos en lograr que convivan en armonía. Hablamos de lo esencial de los puntos de vista.

En materia política hoy (aunque históricamente siempre fue igual) se vive una suerte de superclásico entre los gobiernos de la Nación y la Ciudad. De un lado están los dirigentes: disputándose los subtes o la policía, echándose culpas, exhibiéndose los trofeos y festejando los errores ajenos. Todo es parte de una gran lucha, con el objetivo de acumular más y más poder. Es utópico imaginárselos trabajando juntos. Del otro lado estamos nosotros, los ciudadanos, que lejos estamos de ser carmelitas descalzas. Porque si leés determinado diario sos opositor y si mirás tal o cual programa de televisión sos oficialista. Siempre transitando por los extremos, como si la vida transcurriese arriba del samba de un parque de diversiones.

Nosotros, como sociedad, también somos responsables. Porque es muy válido elegir, por ideologías y convicciones, cuál de los bandos representa mayormente lo que pensamos y cuál se mantiene más alejado de nuestra posición. Pero lo que no sirve es subirse a la bola de nieve y analizar la realidad desde un solo lado de la calle, menospreciando al de enfrente. Reconozco que estamos transitando una etapa en la que hubo un importante crecimiento en el grado de participación. Eso es algo muy positivo. Pero no nos debemos conformar con el sólo hecho de ver que ahora mucho jóvenes se involucren en política. Eso debe ser sólo un punto de partida. Porque de la mano de la renovación se puede empezar a intentar desterrar ciertas (malas) costumbres del pasado.

No se trata simplemente de una cuestión de tolerancia. No alcanza con dejar que los demás realicen su gestión con libertad, participar también es brindar nuestra ayuda inclusive a los que no tienen puesta la misma camiseta que nosotros. Si quienes ostentan los puestos de poder no dan el ejemplo y demuestran que pueden trabajar juntos, entonces tendremos que ser nosotros los que les enseñemos que semejante aventura es posible.

Equilibrio: Estado de un cuerpo cuando fuerzas encontradas que obran en él se compensan destruyéndose mutuamente.

Elegí esta definición de la palabra equilibrio porque me pareció un claro ejemplo de lo que no se debe buscar: la destrucción. Para demostrar inteligencia no es necesario desarrollar la cura de una enfermedad mortal. Se puede ser inteligente, acercando posiciones y escuchando propuestas, recopilando información para poder hacer un análisis más profundo y eficaz, indignándose cuando el otro dice o hace algo que no me gusta, pero evitando reaccionar con violencia. Existen muchas materias que debemos cursar para poder acercarnos a ser una sociedad más inteligente. Somos los campeones del blanco y el negro, es hora de abrir el espectro e ir en busca de los grises.