21/9/09

Aprovechar el negocio

Un país que vivió las atrocidades de un apartheid que lo dividió en dos, como si el diferente color de piel hiciese incompatible a las personas; un país que todavía está aprendiendo a vivir en una sociedad de todos, dentro de menos un año estará recibiendo al mundial de fútbol.

La Sudáfrica negra ya disfruta de lo que será, sin duda, un mes de fiesta, a pesar de la enorme responsabilidad que significa organizar la copa del mundo. Sin embargo, no todas son buenas: a mediados de julio, un paro de los obreros de la construcción ponía en riesgo la terminación de las obras y hace un par de semanas, hubo una huelga de taxistas que, celosos con el nuevo sistemas de autobuses rápidos recientemente implementado en Johannesburgo, terminó con los micros baleados y sus conductores amenazados de muerte.



Sudáfrica trabaja desde hace tiempo para recibir el primer mundial en suelo africano y, que todo esté en condiciones a tiempo, requiere de un esfuerzo mayor de toda la sociedad.

El 11 de Febrero de 1990 era liberado, luego de 27 años de prisión y a los 71 años de edad, Nelson Mandela. El apartheid (la palabra significa ‘segregación’) fue un acto de racismo que durante más de 40 años mantuvo al país dividido de acuerdo a la clasificación racial de cada individuo. Mandela, luego de su liberación, llevó al apartheid a su fin y el 27 de Abril de 1994, en las primeras elecciones generales en décadas, fue elegido el primer presidente negro en la historia de Sudáfrica. Desde su nuevo cargo, puso en marcha una política de reconciliación nacional y a un año de su asunción organizó la copa del mundo de rugby.

Un deporte que fue históricamente uno de los símbolos de los afrikaner (así se los llama a los sudafricanos de raza blanca y descendientes de holandeses), durante el mundial, logró como había previsto Mandela, unir a negros y blancos bajo una misma causa. La copa del mundo ganada por los Springbok en 1995 es uno de los hitos en la historia de la reconciliación nacional.

Durante décadas, los sudafricanos vivían en ciudades diferentes, de acuerdo a su clasificación racial (basada en el color de piel) y también practicaban deportes distintos: los blancos amaban al rugby, deporte en el que son potencia mundial, mientras los negros preferían el fútbol.

Hoy todo un país se prepara para un evento similar al que vivieran 14 años atrás, pero de una magnitud mucho mayor. Durante un mundial de fútbol, no sólo los fanáticos de ese deporte se hacen presentes, el mundo entero observa lo que sucede durante un mes en el que se respira fútbol. Ciudadanos de todo el planeta invadirán un país que hace menos de 20 años estaba regido por el racismo y en el que el odio de la raza negra, que vivía bajo la opresión y la esclavitud, era de un grado difícil de imaginar por quienes nunca vivimos una situación semejante.

Pero hoy existen chicos en Sudáfrica que nacieron y crecieron en un país nuevo, en un contexto muy diferente al de un par de décadas atrás, chicos que, como los nacidos después del ’83 en Argentina, no convivieron con un régimen nefasto en la historia de su nación. Para estos chicos, y para todos los chicos, este deporte que mueve cifras millonarias alrededor del globo, el fútbol, es simplemente un juego.



Adentro de un campo de juego somos todos iguales. Negros y blancos, ricos y pobres corren detrás de un balón sin hacerse problema por el origen racial o la clase social de sus compañeros de equipo. La única manera de crecer que tiene una sociedad es por medio de la educación. Y es ahí en donde el deporte, en este caso el fútbol, puede brindar un gran aporte. El odio interracial sigue vigente en muchos lugares del planeta. La única manera de combatir al gran negocio que es la guerra, es educando a los más chicos. Ellos serán los que tomen las decisiones en el futuro. Hay que utilizar todas las herramientas que estén a nuestro alcance para dicho propósito. El fútbol puede hacer un aporte fundamental y no debemos desaprovecharlo.