31/10/09

¿Cuántos Messi hay?

Me preocupé cuando lo escuché a Diego decir que quería hablar con Messi. Lionel no necesita que le hablen afuera de la cancha. La Pulga necesita divertirse jugando con la camiseta de la Selección, igual que como cuando juega en el Barcelona. No hay dos Messi. No existe tal cosa como “el Messi del Barcelona” o “el Messi de la Selección”. Lionel es uno solo y resulta que le gusta jugar al fútbol. Cuando sale a la cancha se deja llevar por el juego en el sentido más lúdico de la palabra. No necesita que lo hagan sentir responsable, sino que lo dejen ser él mismo.

Hay jugadores que rinden por arriba de su capacidad cuando se sienten importantes, cuando los cargan de responsabilidades y les suben la vara con la que miden su rendimiento. Hay jugadores que muestran su mejor versión en instancias finales, cuando las papas queman. Para ver la mejor versión de Messi no hace falta hablarle, ni darle la 10, ni decirle que es el mejor del mundo. Para que rinda al cien por cien hace falta hacerlo sentir cómodo adentro de la cancha. Hace falta rodearlo bien, hacerlo sentir parte de un equipo y no el encargado de ganar el partido. Cuando el rendimiento colectivo pierde lo colectivo, Lionel se ve obligado a ser el salvador, a tener que gambetear a cuatro, tirar el centro e ir a cabecearlo. Y ahí es cuando se pierde, cuando la situación lo sobrepasa y su incomodidad hace que deje de sentirse útil para el equipo. Entonces se aísla, inconcientemente se va del partido, comienza a entrar cada vez menos en juego y, cuando lo hace, busca siempre la individual y pierde más de lo que gana.

En contradicción con lo que muchos creen, Messi es un jugador que necesita del equipo. Es individualista por naturaleza y su gambeta en velocidad es indescifrable. Pero para explotar su individualismo necesita ser bien asistido. Necesita estar bien acompañado. Necesita mezclarse entre el resto, hacerse pasar por un rato por un jugador más, para poder luego aparecer por sorpresa y demostrar que es un verdadero fuoriclase. Es notable como cuando tiene cerca un jugador con el que se siente cómodo, con el que siente que puede congeniar adentro de la cancha, enseguida lo busca. Lío necesita encontrar en Verón a su Xavi o en Aimar a su Iniesta.

Se le exige mucho más que al resto, porque se sabe que tiene mucho más para dar. Los que nunca lo vieron jugar en España dudan de sus condiciones o se preguntan si alguna vez rindió en la Selección. Inclusive he llegado a escuchar que es una mentira o han llegado a decir que no es argentino, sino catalán. Lionel sabe que no está rindiendo con la albiceleste y se siente en deuda. Por eso no grita los goles, porque no se siente parte del equipo. Pero esto no sucede porque sus compañeros no lo ayuden o porque se sienta excluido. Esto le pasa porque no se siente útil, sabe que no les está dando todo lo que su potencial le permite.

La Pulga no es enganche, es un jugador vertical que cuando agarra la pelota busca inmediatamente el camino más directo al arco. No se destaca por su visión de juego, ni tampoco por ser un gran asistidor y aún así puede meter una bola de gol, ya que la sensibilidad de su pie izquierdo se lo permite. Es un delantero con gol y, sin embargo, en los últimos partidos jugando para la Selección Argentina casi no pateó al arco. Messi está siendo desperdiciado. Tenemos al mejor jugador del planeta, pero no lo sabemos aprovechar.

Si el logra olvidarse de que tiene que demostrar, cada vez que toca el balón, que es el mejor del mundo. Si logra dejarse llevar y sumergirse en el juego, ahí podremos verlo en su mejor versión. Inclusive, es probable que alcance un nivel de rendimiento superlativo y logre que nadie se permita siquiera dudar, que es actualmente el mejor. Para que lo haga, lo más importante no es hablarle. Está bien preguntarle qué es lo que necesita para sentirse cómodo, pero existe la posibilidad de que él no sea conciente del motivo. La solución pasa por el equipo. Cuando la Selección logre un funcionamiento como tal, ahí podremos disfrutar del mejor Messi. Del único Messi.

8/10/09

Bienvenido Matías

Existen algunos que todavía sienten que pueden hacer algo para combatir a todo lo malo que significa el fútbol como negocio pura y exclusivamente. Y para los que, ingenuamente, seguimos creyendo en recuperar lo sano que tiene este hermoso juego, escuchar a un jugador que defiende los mismos valores con los que quien escribe busca desempeñarse en cada aspecto de su vida, es sin duda reconfortante. Yo me permito soñar, por qué no, con un fútbol más allá del negocio. Por eso hoy digo: bienvenido otra vez, Pelado.

En la actualidad, los chicos que están comenzando sus carreras como futbolistas, firman su primer contrato con edad de novena división y tienen un representante, inclusive antes de entender realmente cuál es la función que éste debe cumplir. Una mañana, luego de su regreso a River, Almeyda se sorprendió al ver aparecer a uno de los más jóvenes del plantel con auto nuevo. Al indagar, se enteró de que era un regalo de su representante. Molesto con esta situación se preguntó: ¿por qué, si lo quiere tanto, en lugar de un auto no le regala un departamento?

Esta manera de pensar, está históricamente relacionada con la de antiguos directores técnicos, como por ejemplo Timoteo Griguol, que no les permitía a sus dirigidos invertir en un cero kilómetro sin antes asegurarse el techo propio. Este rol casi paternal que tenían ciertos entrenadores, brindaba un gran aporte en la formación de muchos futbolistas. Hoy este deporte está cada vez más lejos de aquellas épocas y los chicos se ven obligados a hacerse grandes cada vez más jóvenes. Es así como terminan yéndose a jugar al exterior a muy temprana edad y muchas veces sin la madurez necesaria para afrontar semejante desafío.

Almeyda dejó el fútbol porque se había asqueado, estaba cansado de ver como el negocio se comía al deporte y, con edad y físico para seguir jugando, decidió volverse a su casa a disfrutar de su familia. Luego de un par de años de inactividad, sintió que el jugador que tenía adentro le estaba pidiendo volver. Pasaron el Showbol y el Torneo Super 8, con estrellas del pasado, y apareció un ofrecimiento para volver a jugar oficialmente con la camiseta que lo vio nacer. Y Matías no dudo. El mismo que había largado cuatro años atrás para preservar su salud mental estaba de vuelta, convencido de que podía serle útil a su club y a este deporte desde adentro de la cancha. Durante el período que estuvo sin competir se dedicó, entre otras cosas, a aconsejar a los futbolistas más jóvenes. Hoy, con 35 años, sabe que su físico le da para jugar durante un tiempo más y que cuando deje definitivamente la actividad, seguirá estando cerca del fútbol. Seguirá intentando aportar lo suyo, porque se dio cuenta de que la única forma de defender lo que él siente que está bien, es involucrándose. Porque, al fin y al cabo, de eso se trata la vida, de jugarse por lo que uno cree que es lo correcto.

Hoy en día, el mundo del balón se encuentra atrapado en las garras de un gigantesco negocio que lo absorbe, corrompe y utiliza para beneficio de quienes ostentan el poder. Esta realidad, no hace más que perjudicar inmensamente al juego, al deporte en su sentido más puro y sano. Es así como, en el fútbol argentino, la mayoría de los clubes se encuentran en situaciones críticas desde el punto de vista económico. Los dirigentes se ven constantemente obligados a vender rápido a sus jóvenes figuras
para poder afrontar medianamente las deudas y este círculo vicioso lo único que logra es debilitar cada vez más a las instituciones y, a su vez, fortalecer a los grandes inversores.

En medio de este presente nefasto desde lo deportivo, nos encontramos los espectadores, simples amantes del juego que no nos sentimos completos si no podemos ver jugar a nuestro equipo. Y también está un tal Matías Jesús Almeyda, el Pelado, un futbolista sano que busca combatir a todos aquellos que, tratando de hacer su negocio, están matando al fútbol. Desde su lugar dentro del verde rectángulo, no sólo demuestra que todavía le da el físico para rendir en la alta competencia, sino que además brinda un gran aporte en la formación de los más chicos.