19/9/12

Papá está Creisi

Messi le imprime vértigo a la realidad cada vez que pisa una cancha de fútbol. Cuando los periódicos hablan de que le falta un gol para alcanzar un nuevo récord, él va y mete tres en el mismo partido, superando el récord del récord. “Tengo nostalgia del presente cada vez que juega Messi”, dice Hernán Casciari. Porque de eso se trata, al caer en la cuenta que somos contemporáneos de este enano maravilloso que llegó al punto de dejar en ridículo a las estadísticas, simultáneamente nos vemos invadidos por la pena de lo que ya fue y – por ende – no puede volver a ser. Por momentos parece capaz de ganarle al futuro. El sábado 2 de junio, Argentina venció a Ecuador en el Monumental por Eliminatorias y Messi festejó su gol metiéndose la pelota debajo de la camiseta. Quizás,  dentro de unos cuantos años, cuando yo esté más viejo y vos – quién  te dice – tengas hijos, les podamos contar que una vez Lionel Messi hizo un gol jugando para la Selección y lo festejó igual que el abuelo. El día que Messi me copió el festejo.


Ya se terminaba el primer tiempo cuando el Negro Ampuero se metió en el área, enganchó, lo tocaron y el árbitro cobró foul. Yo agarré la pelota y empecé con el ritual de siempre: sosteniéndola con las dos manos la apoyé sobre la mancha blanca que indica el punto penal y haciendo un poco de presión la dejé sobre el pasto. Con el botín derecho pisé la tierra a un costado para asegurarme que estaba firme. Caminé para atrás varios pasos tomando carrera y me paré de frente al arco, con los brazos en jarra. Con un golpe de vista miré al arquero y también al árbitro (el orden no es importante). Volví a mirar la pelota y esperé el silbatazo. Ese instante en el que toda la atención está ahí, a doce pasos de la línea de gol. Corrí en diagonal hacia el punto del penal y le pegué con cara interna abriendo el pie derecho. El arquero se jugó a la izquierda, la pelota entró junto al otro palo, rebotó contra la red y volvió hacia donde estaba yo. La levanté y me la metí debajo de la camiseta. Vos estabas lejos, te habías ido de viaje por Europa en la panza de mamá. Paseando por Berlín, todavía eras una hermosa noticia que algunos pocos conocían. Pero ese mediodía de otoño fuiste, durante algunos segundos, esa pelota fría pegada contra mi abdomen. Fuiste esa corrida – con beso en la falsa panza incluido – que terminó en abrazo con el tío Larva. El partido fue derrota para el Creisi Mayin, nos fuimos calientes porque ese resultado casi que nos despidió de la lucha por el campeonato. Sin embargo ese sábado a la noche, mientras miraba el partido de Argentina en casa y lo veía a Messi festejar su gol, yo pensaba en vos y en la cara se me dibujaba una sonrisa.