18/1/11

Yo jugué el Abierto de Australia

Me desperté 5:30 AM, tenía sed y calor. Había dormido algo más de cuatro horas. Me levanté, fui hasta la cocina y tomé un vaso de agua. Prendí el ventilador y me volví a acostar, pero ya no pude volver a conciliar el sueño.

Empatía: Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro.

Prendí el televisor y la imagen en la pantalla me transportó instantáneamente a Melbourne. Mientras Chela luchaba contra el talento del francés Llodra e igualaba el partido en un set por lado en la Cancha N°2, Clijsters dejaba en ridículo a Safina en la Central y, en apenas 44 minutos, la borraba del cuadro con un doble 6-0. Ese resultado nos obligó a apurar la entrada en calor.

Vamos a poner en contexto de que se trataba el partido. La historia se remonta a Vancouver, Canadá, en el año 1997. Se jugaba la Copa Davis Junior y el equipo argentino (integrado por Nalbandian, Coria y Massa) se encontró con una inesperada derrota inicial frente a Venezuela que lo relegó a pelear en ronda de perdedores, entre el noveno y decimosexto lugar. De regreso en el hotel, y con la bronca lógica post caída, comenzaron a sentir “gritos extraños desde el balcón de enfrente”, según recuerda Gustavo Luza, capitán del equipo. “Sin ninguna razón, vemos que Hewitt sale con un cartel hecho en el momento, que decía: Argentina 9/16”, cuenta Massa. “Miré a David sin poder creer lo que pasaba. Y él me dijo: yo lo mato”, agrega Yayo. El tiempo pasó y el odio entre argentinos y Lleyton sumó más capítulos a la historia: Chela escupió cerca en un cruce, cansado de que festejara sus errores; David casi se agarra a trompadas y Coria se tomó los genitales, insultándolo.

Minutos después de las 6 de la mañana argentina, se puso en marcha el encuentro más atractivo en la previa, de la primera ronda de Australia. Y el partido arrancó complicado en el estadio Rod Laver: primer set para Hewitt que logró quebrar una vez y quedarse con el parcial por 6-3. En el segundo set Nalbandian salió a jugar con más agresividad y emparejó el trámite con un 6-4 a favor. A miles de kilómetros de distancia y con 14 horas de diferencia en el reloj, yo decidí levantarme de la cama (adonde vi los primeros dos sets) y puse el agua para el mate.

Mientras tanto David intentaba aprovechar el envión anímico y luego de un quiebre tempranero, sacaba ventaja de 2-0 en el tercer parcial. Sin embargo Lleyton tenía otros planes para el set: luego de recuperar rápidamente el quiebre, ganó cinco games en fila para ponerse 5-2 arriba y se quedó con la manga por 6-3. El peor momento del cordobés en el partido. Mentalmente perdido, llegó a sacar 1-3 y 0-40 en el quinto game del cuarto parcial, pero se levantó a tiempo y se volvió a meter en el partido logrando una ventaja de 5-3. Sacando para forzar un quinto set no pudo sostener el servicio y fue necesario llegar hasta el tie-break: 7-1 para Nalbandian y otra vez sets iguales. Partidazo en Melbourne Park. Desde Buenos Aires yo lo vivía en el borde de la silla.

La última manga fue a puro drama: sacando 5-6 abajo, el argentino salvó dos match points, mantuvo el saque y logró empardar en seis. A continuación, ambos sostuvieron su servicio para quedar 7-7 (no hay desempate en el quinto set). El decimoquinto juego del último parcial, con Lleyton sacando, fue todo de Nalbandian que con un passing shot de revés a la carrera se puso 0-40. Hewitt cometió una doble falta carísima y le dio la chance al argentino de sacar para el partido. Doscientos ochenta y ocho minutos después de comenzado el encuentro, David tiró un globo fantástico de derecha y sentenció el pleito, ganando el set por 9-7. A 11.661 Km. de distancia yo me arrodillaba en el piso festejando eufórico la victoria y buscando descargar algo de la tensión acumulada.


Les puedo asegurar que viví (y sufrí) el partido a la par de Nalbandian. No podía haber sido diferente. La pasión que me generan eventos deportivos de esta magnitud me subyuga. Durante el tiempo que dura un encuentro, siento que yo también soy parte del mismo. Y me encanta que sea así. Ahora, no me pidan que lo disfrute. Los nervios que me genera vivir en tiempo real, ya sea un partido de fútbol o en este caso de tenis, hacen que sólo haya espacio para el placer una vez consumado el triunfo. Entiendo que no lo entiendan, y lo acepto. Pero no puedo, ni quiero, vivirlo de otra manera. Para mi el sufrimiento es también una forma de disfrutar, como he intentado graficar en algún artículo anterior. Una forma bastante particular, sin dudas, pero que no cambio por nada del mundo.

Con la victoria en el bolsillo, decidí salir a correr con la intención de liberar un poco de adrenalina. Antes del mediodía, y después de un par de vueltas al lago, estaba de vuelta en casa, listo para pegarme una ducha. Consumado el baño, me hice algo para comer y me tiré a dormir la siesta. Es imperioso descansar, no nos olvidemos que, en segunda ronda, vamos contra el lituano Berankis.