3/2/11

Ídolos descartables

Niño Torres pasó de Liverpool a Chelsea por una suma aproximada de 58 millones de euros. En la capital beatle la noticia de ver partir a su ídolo no fue recibida de la mejor manera: un grupo de hinchas se acercó a Melwood (campo de entrenamiento del conjunto inglés) y prendió fuego una camiseta con el número 9 del español. La dosis extra de morbo llegará el próximo fin de semana, cuando Fernando Torres debute en su nuevo club enfrentando a su ex equipo. El fútbol es desde hace largo tiempo un negocio majestuoso, sin embargo los fanáticos se rehúsan una y otra vez a aceptar la derrota: a nadie le importa lo que ellos quieren.

Hace algunos años Juan Sebastián Verón hizo realidad su viejo deseo de regresar al club del que es hincha, y de hacerlo todavía en plenitud, con el objetivo de contribuir en el crecimiento de la institución. Como se suele escuchar por ahí, la Brujita será el presidente de Estudiantes algún día. O quizás no. Poco importa en este momento. El hecho relevante, es que los hinchas del equipo platense deberían considerarse privilegiados por ver como se mantiene inmaculada la imagen de su ídolo. Es casi como si nos dieran la posibilidad de seguir creyendo en Papá Noel durante toda la vida.

Lo que viven hoy los hinchas del Liverpool es lo que podríamos considerar actualmente como normal. Los futbolistas son una de las partes que conforman la gran maquinaria que mantiene en movimiento al negocio. Y ante las descomunales cantidades de dinero que se invierten en la compra y venta de jugadores, es difícil (y hasta ridículo) pedirles que tengan en cuenta el sentimiento de los fanáticos.

Traición: Falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener.

Está más que claro que un jugador de fútbol no debe tener lealtad para con sus antiguos clubes, o los aficionados de los mismos. Después de todo, lo suyo pasa por ser partícipe de un juego. Si se tratase de un deporte amateur podrían ser aceptadas – más no sea tácitamente – ciertas reglas morales que tengan que ver más que todo con determinado nivel de caballerosidad. Pero cuando hablamos de fútbol, estamos hablando de un deporte profesional. Por tal razón, quienes se desempañan como futbolistas, lo hacen percibiendo un sueldo por desarrollar su tarea, lo que dicho de otra manera sería: trabajan de. Me tomo el atrevimiento de aclarar semejante obviedad, porque los hechos me demuestran que no todos lo tienen tan claro como parece. Ante negociaciones como la que menciono en el inicio de este artículo, la respuesta de los fanáticos suele ser desmedida. En el caso de Torres hubo quema de camiseta.

En el fútbol nuestro también se dan ejemplos al respecto, el más reciente me toca de cerca: Walter Erviti pasó a Boca en una de las transferencias más rutilantes del verano argentino. Los hinchas de San Lorenzo no se bancaron el desplante. Apenas se conoció la noticia, una de las palabras más escuchadas (sobretodo por el barrio de Boedo) fue la de “traidor”. Sí, para el fanático de un equipo que un jugador querido y considerado ídolo elija jugar en uno de los rivales de turno, es considerado lisa y llanamente: traición. No importan las razones ni que estemos hablando de profesionales. El sentimiento que existe por la camiseta no entiende de contratos y negociados.

Ariel Ortega fue cedido recientemente a All Boys porque no tenía lugar en River. La determinación no pasó por lo futbolístico, sino por una cuestión personal y de salud. Los hinchas riverplatenses respondieron inmediatamente respaldando a su jugador insignia. Guillermo Barros Schelotto volvió al club que lo vio nacer, Gimnasia y Esgrima La Plata, con la decisión de no cobrar un sueldo y con la premisa de sumar su granito de arena a la lucha por no descender de categoría. Los fanáticos del Lobo se lo agradecieron multitudinariamente en cada partido jugado durante la pretemporada.

El hincha tiene un código de valores muy particular. Es capaz de entregarse por completo ante un gesto de amor por su equipo. Pero no entiende de razones cuando se siente traicionado y es, prácticamente, incapaz de perdonar. Es parte de lo que entendemos por pasión, sentimiento que más de una vez me propuse analizar en este espacio. Lo que queda claro es que actitudes como las de Verón o Barros Schelotto son la excepción que confirma la regla. El mundo del fútbol ha hecho todo lo posible para que los futbolistas se transformen en una moneda de cambio, en una mercancía. Visto desde la teoría marxista, la plusvalía que genera un jugador al destacarse con la camiseta de su club – por lo que los hinchas desarrollan un cariño en relación a lo que éste les da en exceso – es apropiada por los dueños del negocio y utilizada para aumentar el ingreso monetario. Podríamos concluir entonces, que en este fútbol capitalista, los ídolos no se venden por docena.

7 comentarios:

  1. Muy buen artículo, sólo me gustaría hacer un comentario:" que los jugadores trabajen de"...es correcto o aceptado. Pero de besarse la camiseta cuando hace un gol, hacer declaraciones sobre el eterno amor y agradecimiento, todo eso no es necesario ni imprescindible para ejercer la profesión de jugador de futbol. Eso los hace hipócritas por lo menos, y eso me parece muy criticable. Aclaro que hace bien a los chicos, jovenes, tener ídolos, personajes a quien admirar, mucho mejor sí pueden encontrar en ellos valores que sirvan como modelo a seguir. Esto no es obligatorio desde ya para el personaje, síno deseable. A todos nos gusta ser queridos, trabajar o preocuparse para lograrlo con armas nobles, es un valor en si mismo. Apropiarse de símbolos que no le son propios, (una camiseta, un club etc) no es necesario para ejrcer la profesión, por eso no debemos ser tan condescendientes con quienes buscan su propio beneficio (no es ilegal eso desde ya)con ek engaño por lo menos.

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  2. Juan Martin5/2/11, 10:47

    De acuerdo Santiago contigo salvo que sí aceptara que son trabajadores, deberían cumplir con las obligaciones que por serlo la media tenemos. Viven capacitandose, durante la semana, en los entrenamientos. Para trabajar propiamente dicho 90 minutos a la sema. Suena a poco por lo menos. Para mi forman parte de un espectaculo que resulta ser un negocio descomunal. Donde no son los mas favorecidos desde ya, siendo la pata más importante. Ahora concuerdo con el comentario anterior, donde su hipocrecia, suena a veces como provocación, y falta de respeto. Para mi el gran ejemplo de jugador-ídolo-huncha con una lealtad practicamente única, fue...EL BOCHA, uno de los mejores 10 de la historia de nuestro país. Abrazo y felicitaciones.

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  3. Una de las razones donde hay que buscar las razones del título de esta nota, deberíamos buscarla en lo poco que duran los jugadores en un club. Ni hablar de los grandes jugadores, o ni siquiera las difrutamos cuando apenas son una promesa. Hay ejemplos por doquier, de la permanencia efimera con los mismos colores. Antes se conocian los equipos de memoria, ahora no se conocen ni siquiera entre los integrantes del equipo. Más NEGOCIO, menos FUTBOL. Ojalá estemos presentes en la vuelta del juego al verde cesped. Buena nota como nos tenés acostumbrado.

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  4. Los ídolos escasean por las razones que cada uno expuso mas arriba, sin embargo aquellos que podrían reunir ciertas condiciones para serlo, la falta de permanencia con la misma camiseta lo termina de impedir. Creo que hay uno que reúne todos y cada uno uno de los requisitos para convertirse en el máximo ídolo, esa persona, ese jugador es el mejor de todos, el es EL SR FUBOL, la pulga, el gran Lionel Messi.

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  5. Empezó un nuevo campeonato, y la redonda empezó a rodar escribiendo una nueva página en el libro de la pasión inexplicable, llamado FUTBOL. El lugar es muy amplio, empieza en el bajo flores y termina en la boca, por ejemplo. Chau erviti, hola ortigoza. Hoy es así, mañana habrá más descartes.

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  6. Esto se complica, tras que son descartable...cuando empiezan a emerger...como tales...les rompen los ligamentos...AGUANTE GIO

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  7. Ya no es lo que era el fútbol... Russo habló con Tristelme, yo no lo quiero en RACING...
    Muy buena nota. Besitosss

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