21/1/12

Confesionario (II)

Yo salí campeón jugando al fútbol con mis amigos. Nueve palabras que describen cabalmente, cuál es uno de los significados – desde mi singular perspectiva – de la palabra felicidad. El 2011 fue un año muy lindo, en el que viví unas cuantas experiencias nuevas, algunas de las cuales las he ido contando por acá – a través de esta acogedora bitácora – y algunas otras no, me las he querido guardar, son para mí. Fue gratificante descubrir que el artículo con título homónimo a éste (el número II está sólo por cuestiones prácticas), ha sido uno de los mejor recibidos por varios de ustedes, los lectores. Aunque, debo reconocer que no todos lograron decodificar por completo el mensaje que traía implícito. Es lógico, simplemente no me conocen lo suficiente, pero ese texto – como algunos otros que también navegan por las aguas de este blog – fue una suerte de descarga emocional, llevaba adjunto una importante dosis de desencanto, por aquel viejo anhelo tan deseado e incumplido. Pues he aquí, y a continuación, mi casi inmediata respuesta a esa primera declaración. Si el primer Confesionario tenía un tinte más bien triste, ésta segunda versión vendría a ser su contracara.

Recién comienzo a desandar los terrenos del segundo párrafo y ya empiezo a sacar conclusiones, que vertiginosamente devienen en advertencia: cuidado amigo lector, es harto probable que estemos ante uno de los más viscerales de mis escritos. Como suele suceder cuando decido relatar vivencias, el teclado de mi computadora escupe palabras con inusual fluidez. Mi estilo de escritura es por el contrario, particularmente pausado, como haciéndole honor – involuntariamente – al nombre del blog. Lo que van a encontrar en los párrafos que se asoman por debajo, es un cúmulo de fotografías convertidas en relato, que documentan algo sucedido durante una mañana de primavera.

El sábado 26 de noviembre de 2011 está marcado con resaltador en el calendario de mi historia personal. Como le comenté a alguien durante la semana previa, ese día estaba destinado a ser quizá uno los más felices de mi vida, siempre y cuando todo saliese como lo deseábamos (el plural abarca a todos los que se ajustan a la definición de las dos últimas palabras de la oración que da comienzo a este artículo: “mis amigos”). Ese sábado se jugaba la última fecha del campeonato. Viví los días previos con un sentimiento particular, mezcla de ansiedad y nerviosismo. Ansiedad por querer que llegue el día del partido y nerviosismo por saber que – a contramano de mi más profundo deseo – tenía grandes chances de no ser titular. Lo supe desde el mismo momento en que me bajé del avión que me trajo de vuelta a Buenos Aires, luego de algo más de cuatro meses en territorio neocelandés: mi ausencia producto del viaje era sinónimo de perder privilegios tales como ser de la partida en el once inicial del equipo. Pero, aunque entendía que era lógico y no lo merecía, nunca perdí la esperanza de poder estar de entrada.

La mañana del partido amaneció con clima ideal para la práctica deportiva al aire libre: sol radiante. Me pasaron a buscar bien temprano, como estaba previsto, y llegamos al predio adonde se juega el torneo antes de que abran las puertas. El ánimo de todos estaba por las nubes, con un punto de ventaja por sobre el segundo, necesitábamos de un triunfo más para asegurarnos el campeonato. Una vez cambiados llegó el momento de la charla técnicaˡ, el único tramo de la jornada que – por razones que serán esbozadas a continuación – no fue completamente feliz para quien escribe. De la mano de las emotivas palabras que nuestro entrenador nos regaló antes de salir a la cancha, llegó la confirmación menos deseada: iba a ser suplente.

Me abstraje unos pocos segundos del contexto con el propósito de asimilar la noticia, para inmediatamente volver, en mente y espíritu, al lugar de los hechos. Hice la parte de la entrada en calor que me correspondía y después fui a patearle al arquero para que pueda culminar con la suya. Algunos minutos más tarde, sonó el silbatazo que dio comienzo al juego. Siguiendo la cábala de los partidos anteriores en los que no me tocó ser titular, no me puse la camiseta y me quedé en cuero, siguiendo la acción pegado a la raya lateral, caminando inquieto de lado a lado según para donde fuese el balón. El sufrimiento duró menos de lo esperado, promediando el primer tiempo ya estábamos 3 a 0 arriba. En ese momento el técnico me dijo que me moviera, que en diez minutos entraba. Con el partido definitivamente encaminado – ya había llegado el cuarto gol –, ingresé al campo de juego antes de que finalice la primera mitad.

Me sumerjo en el relato y revivo en mi memoria cada instante de aquella mañana de primavera. Quedaban todavía algunos minutos de juego cuando los que estaban afuera empezaron con los festejos. La pelota se jugaba cerca de nuestra área, yo los veía cantar abrazados, desde las cercanías del círculo central. Fue entonces cuando sentí un par de lágrimas brotándome de los ojos, deslizándose hasta llegar al encuentro con las mejillas, recorriéndome verticalmente la cara y soltándose al vacío justo después hacerle una caricia a la mandíbula. Bajé la mirada, respiré hondo y sonreí. No hubiese sentido vergüenza si alguno percibía que había estado llorando, eran lágrimas de emoción y al mismo tiempo de orgullo. Ese grupo de amigos, devenido en equipo, estaba logrando el sueño de salir campeón.

Emoción: Alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática.

Lo somático pasa por esas pequeñas gotas de agua que nos salen de los ojos y que tienen como objetivo comunicarle al resto del mundo que estamos sentimentalmente vivos. Paradójicamente, podemos llorar tanto de tristeza como de alegría, sólo que en este segundo caso, muchas veces lo hacemos a un nivel cuantitativamente menor. Como si nos hubieran avisado de antemano, que podemos generar una cierta cantidad límite de lágrimas felices y entonces uno viviese administrándolas para no quedarse sin. Todo lo que nos pasa es sentimiento. Reímos a carcajadas, lloramos desconsoladamente, nos enojamos y nos desenojamos, todo el tiempo estamos experimentando sensaciones y, en la mayoría de los casos, vamos haciendo lo posible para que sean placenteras.

Aquel sábado de noviembre fui feliz. Y si alguien me preguntase cuál fue el momento de mayor alegría de esa jornada, mi respuesta sería: cuando miré hacia el costado de la cancha y vi a los que estaban afuera empezando a festejar. Es decir, en el instante en que mi emoción tocó su techo y las lágrimas me nublaron la vista. La satisfacción obtenida por el logro que estábamos alcanzando, fue un proceso de muchos meses de esfuerzo y dedicación. El festejo fue acorde, no a la trascendencia del título que estaba en disputa – muy pocos se enteraron que un equipo llamado Creisi Mayin ganó un torneo de fútbol amateur en Pilar –, sino al nivel de importancia y de pasión que nosotros habíamos depositado en él. Por ende, fue un merecido y hermoso festejo. Como escribí en el epígrafe de una de las fotos de esa tarde: una fiesta interminable.

ˡAclaración: En este artículo se cuenta una historia real, protagonizada por un equipo de fútbol amateur cuyos integrantes se comportan y viven como si cada partido fuese la final del mundo.

12 comentarios:

  1. En una sociedad que a diario nos entristece, donde las miserias nos abruman, donde los sinsabores parecen ser nuestra moneda de cambio, de repente subimos a la colina del blog de HACE LA PAUSA, y nos damos cuenta que el horizonte se despeja, los valores surcan sin freno por el campo que tenemos ahora frente a nosotros y aparecen nuevos personajes que alteran la geografía, que creíamos enconcontrar. Ellas son:"AMATEUR, AMISTAD, PASION, EMOCION, SOLIDARIDAD, OBJETIVO COMUN, LOGROS COMPARTIDOS...ETC ETC ETC.
    Y a partir de allí una sonrisa nos abarca, hay futuro, y nosotros formamos parte. GRACIAS SANTIAGO, POR AYUDARNOS A CREER.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por hacernos pensar. Pues luego de emocionarme con tu logro, se me ocurre algo...que nos pasaría sí no lograbamos el triunfo?, daríamos vuelo a emocionarnos con lo verdadero e importante, LA CONFORMACION DE UN EQUIPO, A PARTIR DE UN UN GRUPO DE AMIGOS???...mejor festejemos, y demos la vuelta. Felicitaciones CAMPEON!!!!

    ResponderEliminar
  3. Felicitaciones Santi, grande Creisi Magin!!!!

    ResponderEliminar
  4. Juan Carlos24/1/12, 17:51

    "El festejo fue acorde, no a la trascendencia del título que estaba en disputa – muy pocos se enteraron que un equipo llamado Creisi Mayin ganó un torneo de fútbol amateur en Pilar –, sino al nivel de importancia y de pasión que nosotros habíamos depositado en él. "
    La importancia para alguien puede ser tda, para otro, puede ser nada. Siempre UNO, es lo relativo.
    Este blog tiene algo especial, tanta PAUSA, te invita a PENSAR. Felicitaciones

    ResponderEliminar
  5. Ale de Bariloche26/1/12, 12:05

    Un posteo que derrama emoción sobre todos los que hacemos de la pasión, una forma de vivir. Felicitaciones Santi

    ResponderEliminar
  6. Felicitaciones a Creisi Mayin por el triunfo y a Santi por el artículo

    ResponderEliminar
  7. Anónimo6/2/12, 8:38

    Te vengo leyendo desde hace rato. Tus comentarios sobre deporte en general me informan, sobre el futbol en particular me emocionan, y aquellos tópicos sobre sociedad...nos hace PENSAR.
    Excelente lugar pa disfrutar y pensar. Felicitaciones.

    ResponderEliminar
  8. y sí.....
    el futbol es el 90 % de la felicidad.....

    ResponderEliminar
  9. Excelente manera de narrar!!!!

    ResponderEliminar
  10. Se lee tan fácil, cómo tan profunda la emoción que te embarga. Felicitaciones.

    ResponderEliminar
  11. Juan Ignacio19/9/13, 12:39

    En momentos que lo material, lo artificial se cierne como la única vía, leer estás líneas devela otra luminosidad. Sirve como la posibilidad de oxigenarnos con un imprescindible aire fresco. Bella manera de elevar la sincera pasión, por sobre tristes inetreses y avasallamiento de nuestros mas caros valores.

    ResponderEliminar